Título: La inquietud de South Meraung Village
Agung y Arip, dos amigos aventureros, se encontraron en las afueras de un lugar susurrados en Hushed Tones: The South Meraung Village. Conocido por su misterioso silencio y los cuentos de aquellos que desaparecieron dentro de sus fronteras, el pueblo era un lugar más evitado. Sin embargo, la curiosidad y una sensación de aventura llevaron a Agungg a aventurarse demasiado cerca, y antes de que lo supiera, se perdió dentro de su sombrío abrazo.
Arip, al darse cuenta de que Agung no había regresado, sintió un escalofrío de miedo, pero sabía que tenía que encontrar a su amigo. Armado con nada más que una linterna y su determinación, Arip entró en el pueblo, llamando a Agung. El aire estaba lleno de una quietud antinatural, y los únicos sonidos eran sus propios pasos que hacían eco de los edificios en ruinas.
A medida que Arip se aventuró más profundo, notó símbolos extraños grabados en las paredes, símbolos que parecían pulsar con una energía siniestra. Cuanto más profundo fue, más parecía girar el pueblo y girar, como si estuviera vivo y tratando de evitar que encontrara a Agung.
De repente, Arip escuchó un leve grito de ayuda. ¡Era Agung! Después del sonido, Arip se encontró frente a una casa vieja y aparentemente abandonada. La puerta se abrió como si lo invitara. En el interior, el aire estaba más frío y la oscuridad parecía tragar la luz de su linterna.
"¡Agung!" Arip gritó, su voz temblando. Una respuesta débil vino del sótano. Corriendo por las escaleras crujientes, Arip encontró a Agung atado a una silla, rodeado de más de esos misteriosos símbolos. Mientras Arip trabajaba para liberar a su amigo, los símbolos comenzaron a brillar, y un viento escalofriante barrió la habitación.
"¡Necesitamos salir de aquí, ahora!" Agung instó, con los ojos muy abiertos de miedo. Corrieron por las escaleras, pero la puerta se cerró de golpe frente a ellas. La casa parecía cobrar vida, las paredes gimiendo y las tablas del piso que se movían debajo de sus pies.
Con una oleada de adrenalina, Arip y Agungg lograron romper una ventana, cayendo en la noche. Corrieron, sin atreverse a mirar hacia atrás, hasta que llegaron al borde del pueblo. Mientras cruzaron el límite, la atmósfera opresiva se levantó y se derrumbaron, jadeando por la respiración.
Nunca hablaron de lo que vieron en la aldea del sur de Meraung, pero la experiencia los unió para siempre. Y aunque nunca regresaron, el pueblo siguió siendo un recordatorio inquietante de los peligros que acechan en lo desconocido.
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